Etapa de novillero sin caballos



En el verano de 1965, llegaron las tan esperadas “oportunidades” como se llamaban entonces a las primeras actuaciones en público, fueron dos novilladas sin caballos organizadas por los empresarios de la plaza de Toros de Zamora, González Vera y Felicísimo Tejedor, para dar la “oportunidad” a los alumnos de la escuela taurina de Molinero. (Entonces no se mataban añojos, por lo que las novilladas sin caballos se realizaban siempre con erales).

La primera de las novilladas se celebró en la noche veraniega del 17 de Julio, ya que al día siguiente, entonces, era fiesta, y en ella torearon los cuatro alumnos más destacados de la escuela.
Siendo este, el debut de nuestro biografiado, junto a Felipe Alejandre Mozo “El Patata”, Ángel Moreno “Peresque”, y Fernando García. Todos ellos auxiliados por el maestro Antonio Chenel “Antoñete”, al que entonces apoderaba González Vera, actuando como Director de Lidia, y los banderilleros madrileños, residentes en Salamanca, Florencio Jiménez “Rovira” y Dionisio Rodríguez “Toreri”. Además de actuar también como banderilleros otros muchos alumnos de la escuela.

No se le olvidó, éste acontecimiento, al mozo de espadas de “Antoñete”, el Sr. Camuñas, pues, así se lo recordaba, siempre, a Ángel cuando coincidieron en posteriores ocasiones, la paliza que se “pegó” vistiendo a los cuatro matadores y a los ocho alumnos que actuaban como banderilleros, ya que ninguno tenía ni idea de vestirse de torero. Los trajes fueron alquilados por D. Manuel y por Ángel en la sastrería de la Maestra Nati, de la calle Jardines de Madrid.

Ángel Pascual Mezquita y Felipe Alejandre “El Patata” fueron los triunfadores cortando las orejas de los novillos de Gabriel García Sánchez de Las Infantas de Aranjuez, y siendo fuertemente ovacionados y aclamados por los aficionados zamoranos.

La segunda “oportunidad” se celebró la noche del 24 de Julio, también víspera de fiesta, y en ella repitieron Ángel P. Mezquita y Felipe Alejandre, junto a Ramón Moreno “Peresque II” y Félix López “El Regio”. Auxiliados por el maestro “Antoñete” y los banderilleros profesionales antes citados, además de los compañeros que actuaban también como banderilleros. Y en ella triunfaron los cuatro noveles, de los cuales tanto Ángel P. Mezquita, como Félix López “El Regio” llegaron a matadores de toros y como tales llegaron a alternar juntos en algunas corridas de toros y festivales, conservando entre ellos una muy buena amistad.

Félix López “El Regio” natural de Baltanás (Palencia) tomó la alternativa en Palencia, el 2 de septiembre de manos de Manolo Cortés y con Dámaso González como testigo, y en la temporada del año 1975, consiguió importantes triunfos en la plaza de Barcelona, toreando hasta cinco tardes en esa temporada.

También llegó a Matador de Toros, otro alumno de la escuela, José Galán Sánchez “Josele” natural de Ledrada (Salamanca) Que además de compañero de la escuela también lo fue de nuestro biografiado en sus andanzas por capeas y tentaderos por Zamora, Salamanca y Extremadura. “Josele” tomó la alternativa el 15 de agosto de 1971 en San Sebastián de los Reyes (Madrid) siendo su padrino Aurelio García Higares y actuando como testigo Manolo Zuñiga. La gran amistad personal entre estos dos toreros se ha ido acrecentando cada vez más con el paso de los años.

Ese verano de 1965 ya no volvió Ángel a vestirse de luces, sólo toreo esporádicamente en alguna capea, incluida la de Carbajales de Alba, compitiendo con su paisano y amigo Virgilio Augusto “Cadelo”. Y ya entrado el otoño, en el mes de octubre, volvió a actuar en otra novillada en la plaza de toros de Zamora.
Novillada que organizó, el banderillero, Florencio Jiménez “Rovira” con la ayuda de los padres de los tres espadas: Ángel Pascual Mezquita, Julio Justo Blanco “El Sanabrés” y José Luís Maderal, que lidiaron novillos de Julio Jiménez “El Tarango” de Fuentesaúco (Zamora).

Ángel cortó la oreja de su primer novillo y en el segundo, cuyo nombre no se le ha olvidado “pajarito” estuvo más tiempo en el aire y entre las patas del novillo que de pie, recibiendo tal paliza, que el médico de la plaza le aconsejó meterse inmediatamente en un baño de agua caliente dada la cantidad de golpes y moratones que tenia por todo su cuerpo, la gente, con ironía, decían que “le había dado hasta en el carnet de identidad”. Con esta agridulce actuación, pues, las cosas no “salieron” ni en lo artístico ni en lo económico, acabo Ángel su primera temporada como novillero sin caballos.

Siguió nuestro protagonista en la escuela taurina, aunque también entrenaba con “Rovira” y con otros novilleros, ya más avezados, venidos de Salamanca por cuestiones de trabajo, y con los que Ángel notaba cierta diferencia en las formas por “estar más hechos” y torear de salón fijándose más, e imitando, las reacciones del toro.

“Rovira” se había fijado en Ángel y puso su confianza en él, le hizo un cartel de propaganda con las mejores fotos de la novillada antes comentada, que estuvo expuesto en la cafetería Lisboa de la céntrica calle Santa Clara. En este cartel, “Rovira” bautizó definitivamente a Ángel con el nombre artístico que llevaría siempre como torero “Pascual Mezquita”, sus apellidos, por los cuales es más conocido popularmente, que por su nombre.

Hasta Enero de 1966, siguió yendo a la escuela taurina, y a partir de esa fecha, se traslado a Salamanca para asistir a las “pruebas” del Bolsín Taurino de Ciudad Rodrigo, en el que “Rovira” le había inscrito, y también para entrenar en La Sindical con todos los toreros que residían en Salamanca y asistir “a la tapia”, de todos los tentaderos que se enteraba.

Fue esta una etapa, de muchas ilusiones e intimas y satisfacciones, en un ambiente muy agradable, viviendo en, y para, ser torero, y estar dedicado a ello con toda pasión y entusiasmo.
Entrenando por las mañanas y bajando luego a la Plaza Mayor, a la cafetería Las Torres, el Plus Ultra y los bares de la Calleja y los alrededores, para enterarse de donde podía haber tentadero esa tarde. En Las Torres es donde más ganaderos asistían y donde nos refugiábamos del frío salmantino, y cada poco el encargado nos echaba para la calle, y al rato volvíamos a entrar para disfrutar del calor y del ambiente taurino, que tanto nos gustaba y tanto envidiábamos.

Cuando nos enterábamos de algún tentadero, procurando que se enteraran los menos compañeros posible, nos íbamos a la carretera a hacer “auto-stop” o nos subíamos, a los trenes de mercancías, o de viajeros, sin pagar, que iban dirección a Portugal, y si nos pillaba el revisor cuando nos quería echar del tren ya estábamos en La Aldehuela de la Bóveda, en La Fuente de San Esteban o en Ciudad Rodrigo.

En la placita de la finca del Villar de los Álamos, tentaban muchos ganaderos. D. Antonio, D. Juan Mari, D. Javier y Dña. Mercedes Pérez-Tabernero, D. Miguel Zaballos y otros ganaderos aledaños, por lo que raro era el día que no había tentadero, recuerda Ángel una tienta a la que fue invitado Manuel Benítez “El Cordobés”, que fue tal el numero de “maletillas” que asistimos, que tuvo que hacer presencia la Guardia Civil, para evitar los problemas entre nosotros.

Fueron muchas las anécdotas y las aventuras que corrió nuestro protagonista, ese año y los posteriores “haciendo la tapia” en Salamanca y andando muchos Kms. por sus carreteras y caminos, con frío, lluvia, el implacable viento de Marzo, y también con los esplendidos días primaverales, siempre con la ilusión de poder darle una o dos series de muletazos a una vaca, y cuando así sucedía, se volvía a Salamanca con una alegría y una satisfacción plenas.

Además de torear, de “ponerse delante” como se dice en el argot taurino, aprendíamos y disfrutábamos mucho viendo y fijándonos en los matadores invitados a los tentaderos como Paco Camino, El Viti, Dámaso Gómez, que entendía a la perfección a las vacas, sobretodo a las templadas embestidas de las bravas y cornalonas, preciosas, vacas, de D. Manuel Sánchez Cobaleda, a las que era mejor torear cuando ya las dejaba Dámaso, pues, éste las enseñaba a embestir “templándolas” y “alargándoles” las embestidas “haciéndole bien las cosas” colocación, distancia, toques precisos, etc. de tal forma que cuando nos poníamos delante los “chavales” conseguíamos muletazos que nos llenaban de orgullo y satisfacción.

Tentaba también Dámaso las encastadas vacas coloradas procedentes de Parladé del extraordinario ganadero y mejor persona D. Leopoldo Lamamie de Clairac. Aquellos años hacían muchos tentaderos, los toreros salmantinos, José Luís Barrero, Víctor Manuel Martín, Paco Pallarés o el novillero revelación de aquella temporadea: Flores Blázquez.

En las tientas se aprende mucho de las reacciones de los animales bravos, y además los ganaderos comentan con los toreros, primero en la plaza y luego en la merienda, a la que a veces éramos invitados, las características de cada vaca, su bravura, como ha tomado los puyazos, su bondad y su temple en la muleta, su fijeza, sus querencias etc. etc. que son a su vez las que conforman la lidia que el torero ha tenido que hacerles, a la vez, que éste ha ido corrigiéndoles sus defectos. Detalles, todos, que convierten los tentaderos en una de las mejores escuelas para los aspirantes a toreros, al conjugar, in situ, la teoría con la práctica.

De aquellos momentos taurinos tan románticos, recuerda Ángel una poesía, de autor anónimo, que recitaban los “capas” durante las largas caminatas bajo las encinas o en el pajar de Alipio, donde se guarecían a dormir por la noche, durante las capeas de Ciudad Rodrigo. Ésta poesía se puede leer en el apartado dedicado al “maletilla” en esta tesina.

Pero volvamos al Bolsín de Ciudad Rodrigo, Mezquita, que es como mucha gente llama a nuestro protagonista, pasó por todas las pruebas, con las vacas grandes y toreadas, que les echaban entonces, con compañeros como El Lechero, Fernando Núñez, Arturo Martín, Paco Lucena “El Barberito”, El Castellano, Manolo Jimeno, Rubén de Dios, Antonio Porras, etc. etc.
Consiguió Ángel clasificarse para la final en la finca de D. Manuel Carretas, en la que toreó, entre una fuerte granizada, y todos los asistentes lo daban como uno de los dos triunfadores, era el primer año que se pasaba de un único triunfador a dos triunfadores del bolsín, tanto es así, que cuando se presentó en el Café Moderno, de Teo, donde se proclamaba a los triunfadores, cambiado de ropa, Rovira le hizo volver a la pensión a ponerse el jersey empapado de agua, porque, todos hablaban “de él del jersey azul”.

Aquella noche Ángel se llevó una gran decepción, no ya por que no le dieran el primer puesto de triunfador, que estaba claro que se lo había ganado Vicente un chaval rubio de San Felices de los Gallegos, sino porque tampoco le dieron el de segundo triunfador, y se lo concedieron a un compañero, que había estado por debajo de él, por motivos “burocráticos”.

Luego en las fiestas de Agosto, esta misma comisión lo compensó, anunciándolo en una novillada, que se celebró en una plaza portátil instalada en los jardines de la muralla, y en la que Pascual Mezquita, le cortó el rabo a un novillo del Marqués de Bayamo.

Para que Ángel pudiera torear esa novillada, Rovira tuvo que recurrir a la Guardia Civil, pues estaba de capeas por Aragón y lo localizaron, el día antes, en Lucena del Cid (Castellón) desde donde se tuvo que venir, primero en auto-stop y luego en tren durante toda la noche a Zamora, desde donde su padre lo trasladó con su DKW a Salamanca y allí recogieron a Rovira y a Adolfo de la Fuente, que iban como banderilleros, y se fueron a Ciudad Rodrigo.

El motivo de que Ángel estuviera de capeas por tierras de Castellón, se debió en principio por sus tremendas ganas de buscarse la forma de torear y de progresar en su vocación taurina, que ha sido su constante durante toda su vida, yendo a donde hubiera que ir y sacrificándose lo que fuera necesario; y en segundo lugar, porque un amigo de su abuelo Braulio, Saturnino, de Valcavado (Zamora) le dio una recomendación para D. Luís Baquedano, empresario de Zaragoza, adonde Ángel ni cortó ni perezoso se trasladó ese verano de 1966.

Allí se hospedó en casa de unos carbajalinos que tenían un bar en el barrio de Torrero, y todas las mañanas y muchas tardes, iba a entrenar a la plaza de toros de La Misericordia de Zaragoza, con los novilleros y banderilleros maños, Cesar González, El Tano, Pepe Gracia. etc. y otros que estaban triunfando como novilleros sin caballos por Aragón, La Rioja y Navarra, como era el caso de Miguel Márquez, al que apoderaban José Mª Recondo y Manolo Cisneros, y con el que Ángel hizo una buena amistad, entrenando juntos y haciendose muchos toros de salón.

Muchas madrugadas, a las cuatro de la mañana Ángel fue a descargar camiones de fruta al mercado central, para pagarse la pensión, pues, nunca quiso sacrificar económicamente a sus padres. Pero llegaron las fiestas de los pueblos de Aragón y Ángel, visto que la recomendación no acababa de realizarse, junto con un compañero de la escuela de Zamora, Jesús Ortiz, “El Molinero” de Los Molinos (Teruel), con el que conserva una íntima amistad, se fueron a “poner delante” de las astifinas y toreadas vacas de los pueblos zaragozanos, Utebo, Quinto de Ebro, Casetas, y también ante los bravos novillos salmantinos de Fuenterroble que se corrieron en la plaza de Muniesa (Teruel) donde Ángel fue muy ovacionado, también, recuerda como uno de ellos le dio una fuerte cornada a Ángel Liarte, en la novillada que toreó en esta plaza, mano a mano, con Cesar González.

En este pueblo “sufrió” Ángel su primer golpe amoroso, al quedarse prendado de una guapa morena, que lo cautivó con su belleza y simpatía, haciéndole más agradables y llevaderos sus sueños en el duro cemento de la plaza de toros, al recordar con emoción, sus bailes junto a ella, su bonita cara, y el perfume de cariño con que ella le obsequiaba. Pero había que seguir adelante, y con su amigo Jesús se fueron hacía tierras de Castellón, con mucha pena por parte de Ángel, al que vino a despedir al “coche de línea” su preciosa enamorada. Con la cual se carteó durante varios años e incluso pudo volver a verla, cuando debutó en Zaragoza como novillero con picadores.

En la provincia de Castellón torearon novillos en Cortes de Arenoso, donde un Guardia le dio dos bofetadas a Ángel, después de que un novillo lo cogiera, dándose un fuerte golpe en la cabeza contra el empedrado, y que luego el mismo Guardia, cuando acudieron al cuartel a identificarse, los invitó a comer, y al no aceptar Ángel, les regaló un melón. De allí continuaron a Lucena del Cid, donde se pusieron delante de un toro, que tenía una especie de locura, dando carreras y cabezazos sin ton ni son, y aquí en Lucena es donde Ángel fue localizado por la Guardia Civil.

Al finalizar la temporada de capeas en las de Mojados y Olmedo (Valladolid) y Huerta del Rey (Burgos), con otros compañeros: Tito Guerra, Fernando Domínguez, Maderal, etc. Se fueron a hacer la vendimia a La Rioja, concretamente en Cenicero, donde se “refugiaban” muchos “capas” para ganar un poco de dinero y poder ir pasando el invierno, al igual que lo hacían por las tierras de Miranda de Ebro, entresacando la remolacha. Al dar por finalizados los trabajos de la vendimia se volvieron a Zamora.

En las épocas que Ángel estaba en Zamora, trabajaba en la tienda y ayudaba en el almacén, y continuaba asistiendo a las clases de la escuela taurina. La cual estaba ya muy consolidada, e incluso D. Manuel había realizado un proyecto, al que llevaba bastante tiempo dedicado, de la que podía ser la futura Escuela Nacional de Tauromaquia, que siempre fue una de sus ilusiones. La cual pudo hacer realidad, al tener que trasladarse a Madrid, por motivos profesionales, en el año……………………….
D. Manuel, además de abogado, dirigía una agencia de publicidad en Zamora., y es un excelente dibujante, como se puede comprobar en cuadros y bocetos en La Escuela Taurina de Madrid.

En Madrid entró en contacto con los creadores de CONATA, Cooperativa Nacional de Tauromaquia, Alfredo Fauró, Brígido Perea Rafael “Boni”, Enrique Martín Arranz, que también había sido alumno de la escuela de Zamora, etc. D. Manuel les expuso su proyecto y entre todos lograron dar forma y poner en marcha La Escuela Nacional de Tauromaquia de Madrid. Que fue la primera escuela oficial de la segunda mitad del siglo XX, hasta nuestros días, al contar con el patrocinio y la subvención de las instituciones gubernamentales madrileñas.

El año 1967, lo comenzó Ángel, toreando uno de los festivales del Carnaval de Ciudad Rodrigo, debido a su triunfo en el verano anterior y a las buenas gestiones de Rovira. Pero en vez de “echarle” un novillo, le salió un utrero grande, casi un toro, y sin picadores, que a Ángel le vino muy grande, pues, no estaba preparado, todavía, para esas empresas, y así, se defendió como pudo entre sustos, tarascadas y volteretas, pero llegó la hora de matar y Ángel fue incapaz de lograrlo después de muchos intentos, por lo que acabaron “echándoselo” al corral.
Ángel pasó una vergüenza muy grande, de la que tardó en recuperarse, pues era un fracaso que le afectaba a lo más hondo de su dignidad, pero todavía más, porque le había acompañado su padre y se sentía culpable de hacerle pasar por esa situación, para él,tan vergonzosa.

Esa primavera volvió a los tentaderos de Salamanca, y ya, con más experiencia en “ir a la tapia”, y con la ayuda de más amistades, asistió a bastantes tentaderos. Pero él lo que quería era torear y triunfar en las plazas, y que los públicos lo aclamaran y lo llevaran al camino para ser figura del toreo. Pero no le veía la solución, pues, de dinero no disponía, para organizar novilladas, ni quería sacrificar a sus padres, que bastante tenían con sacar ocho hijos adelante, a los que su padre, siempre quiso darles estudios.

Y así, a últimos de Abril, junto con su compañero Tito Guerra, se pusieron en la puerta de la plaza de Alcalá de Henares, a pedir una oportunidad, con una pizarra en la que apuntaban los días que llevaban esperando y un cartel con fotografías toreando de los dos. Como aquel no era un punto muy concurrido por los complutenses, decidieron trasladarse a la plaza mayor, y en sus pórticos se instalaron, a la puerta de una famosa cafetería, en la que les dejaron exponer sus fotografías, y vigilados de lejos por la estatua de D. Miguel de Cervantes.
La gente les daba donativos para poder comer y eran muy visitados por las chicas y por algunos tópicos homosexuales. Varias veces, les dieron a comer de su “rancho”, en el pabellón de oficiales del ejército de paracaidistas, los soldados que estaban al cargo de ese pabellón, y como hotel para dormir utilizaban los vagones que estaban parados en la estación, donde nunca estaban tranquilos, por los vigilantes, el ruido de los trenes, etc.

Tuvieron la suerte de que una gran persona y aficionado, D. Laureano Vivas, les acogió y les llevó a su casa, donde su buena señora, les preparaba la comida y la cama, y D. Laureano fue a hablar con el abogado, entonces, teniente de alcalde y buen aficionado, D. Fernando Sancho, para que el ayuntamiento, organizara una novillada de noveles, en la que Ángel y Tito pudieran actuar, y D. Fernando se encargo de hacer todo lo posible, anunciándoles, que el tema no era fácil.

Desde Alcalá, Ángel se desplazó a la capea de la vecina Coslada, donde pudo torear a dos de los novillos, siendo muy ovacionado, y recuerda que estaba como “profesional” Federico Navalón “El Jaro”. Y así, Ángel se volvió muy satisfecho por su “triunfo” a seguir esperando la oportunidad de Alcalá de Henares. Y a seguir aumentando la amistad, que fue ya para siempre con D. Laureano y con sus hijos. Del mismo modo guarda Ángel un gran recuerdo de D. Fernando Sancho, como persona y como buen aficionado.
Con la promesa de que, se les pondría en la primer novillada que se organizará, Tito y Ángel se volvieron a Zamora

En el mes de mayo Ángel toreó un festival en Valencia de D. Juan (León), gracias a las gestiones de Rovira, alternando con José Luís Maderal y Carlos Zúñiga, el cual sería más tarde su apoderado. La actuación de Mezquita, no tuvo mayor relevancia, pues los novillos tampoco ayudaron. También toreó en el mes Julio dos novilladas, el debut y la repetición, en la localidad salmantina de Candelario, alternando con José Boloix, de Granada, Marcial Villasante, de Villalpando, Paquito Martín, de Zamora, etc. que lidiaron novillos de J. Mateos de Fuenteguinaldo (Salamanca) que salieron buenos, y donde Pascual Mezquita triunfó y demostró sus dotes toreras.

El resto de este verano de 1967 lo pasó acudiendo a las capeas de los pueblos de Zamora, Salamanca y Valladolid. A últimos de Agosto fueron él y Tito a la de Fermoselle, cerca de la frontera portuguesa, y se fue para su casa, en Zamora, desilusionado, porque no veía progresar “su carrera”. Si quería torear novilladas había que exponer dinero, para su organización, y él ni lo tenía, ni lo iba a pedir para torear.

Por otro lada en las capeas, no veía la solución, pues era muy difícil poder encontrarse a gusto toreando, ya que tenías que robarle los pases a los novillos, antes que los otros compañeros, y los mozos continuamente estaban distrayendo a los novillos al llamarlos y al cruzarse, siendo muy difícil poder cuajar nada importante, y siempre con el riesgo de las cogidas, revolcones y golpes, por estas causas, además de las broncas de los mozos que no querían que toreásemos “sus” novillos, tirándonos de la camisa o dándonos con las varas que llevaban para pegar a los toros, y también teniendo problemas con la Guardia Civil que nos prohibía salir a torear y nos requisaban las muletas, o nos daban un “guantazo”.
Como le paso a Ángel, con un sargento, una mañana, teniendo que torear por la tarde con un saco armado con un palo, siendo muy aplaudido por todo el público y felicitado por el mismo sargento, cuando fue al cuartel a recoger la muleta.
Cuando estaba en estas apesadumbradas disquisiciones, aburrido, a la puerta de su casa, se presentó Tito Guerra y le dijo que en Toro esa tarde hacían la Fuente de Vino, donde sueltan toros por la plaza, mientras la gente con botes o vasos va a coger vino de la cuba que se instala en el centro. Ángel, casi más por compromiso, que por ganas se fue con Tito a Toro sin ninguna ilusión.
Echaron dos toros, uno de ellos semental, según dijo el ganadero D. José Luís Mayoral, que salieron muy buenos, y con los que Ángel, estuvo muy a gusto y le hizo, entre los mozos que se cruzaban llamando a los toros, dos faenas por las que fue muy aplaudido e incluso izado a hombros al finalizar, teniendo que subir a la presidencia requerido por las autoridades y los aficionados allí presentes para ser felicitado y obsequiado con una propina.

Esta tarde de la Fuente de Vino en Toro, fue fundamental en la carrera taurina de Pascual Mezquita, pues, se encontraba presenciando la capea el, entonces, novillero con picadores, Carlos Zúñiga, que también felicitó a Mezquita. Y al que Ángel le causó tan buena impresión toreando, que más adelante, cambiaría el rumbo de la vida de ambos, luchando juntos en la consecución del triunfo.
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